Don’t Call It Mystery (2022) ofrece una mirada tranquila e introspectiva al género de misterio—más interesada en el pensamiento que en el suspenso. En el centro está Totonō, un protagonista poco convencional cuyas digresiones filosóficas a menudo se sienten como suaves interrogatorios a la sociedad misma. Masaki Suda aporta una intensidad contenida al papel, dando solidez al denso diálogo y a las preguntas morales que plantea la serie.
En lugar de centrarse en la acción o en la resolución, la serie construye su tensión a través de la conversación, la ambigüedad y el lento desentrañar de motivos ocultos. Rehúye las respuestas fáciles, prefiriendo la reflexión al cierre. Aunque este enfoque intelectual resulta refrescante, también puede volverse repetitivo, y el ritmo pausado puede poner a prueba la paciencia de quienes buscan más dinamismo.
Aun así, Don’t Call It Mystery es discretamente ambiciosa. Invita a escuchar con más atención: a sus personajes, a sus temas, y a las preguntas que se niega a responder por ti. No es perfecta, pero sí estimulante.
En lugar de centrarse en la acción o en la resolución, la serie construye su tensión a través de la conversación, la ambigüedad y el lento desentrañar de motivos ocultos. Rehúye las respuestas fáciles, prefiriendo la reflexión al cierre. Aunque este enfoque intelectual resulta refrescante, también puede volverse repetitivo, y el ritmo pausado puede poner a prueba la paciencia de quienes buscan más dinamismo.
Aun así, Don’t Call It Mystery es discretamente ambiciosa. Invita a escuchar con más atención: a sus personajes, a sus temas, y a las preguntas que se niega a responder por ti. No es perfecta, pero sí estimulante.
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