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Mom, Don't Do That! taiwanese drama review
Completed
Mom, Don't Do That!
0 people found this review helpful
by Itkdev
Nov 15, 2025
11 of 11 episodes seen
Completed
Overall 9.0
Story 9.5
Acting/Cast 10.0
Music 7.0
Rewatch Value 7.0
This review may contain spoilers

La fantasía, el duelo y la edad: un triángulo perfectamente imperfecto

“Mom! Don’t Do That!” es la típica serie que parece una cosa y acaba siendo otra muy distinta. Se presenta como dramedy ligera, colorida y doméstica, pero bajo ese barniz amable late una historia mucho más seria sobre el duelo, el paso del tiempo, el miedo a envejecer, las expectativas sociales que pesan sobre las mujeres y ese modo tan taiwanés de quererse a través de regaños, ironías y reproches que a veces lastiman más que ayudan. No es una comedia cómoda, sino una obra híbrida que se mueve entre géneros con la misma inestabilidad emocional que viven sus protagonistas.

La serie adapta las memorias de Chen Ming-Min, lo cual explica su estructura fragmentaria, su ritmo irregular y esa sensación de que cada episodio pertenece a un capítulo distinto de una vida real, no a un guion cuidadosamente pulido. A veces el tono cambia de forma abrupta, pero esa imperfección es coherente con el material de origen: la vida no se organiza en actos dramáticos, y la serie renuncia a disfrazarlo.

El corazón de la historia son las tres mujeres de la familia Chen:
• Chen Ru Rong (Alyssa Chia), profesora de chino, escritora de novela romántica y absolutamente desinteresada en el romance real. Es una mujer que ha decidido vivir sola sin convertirlo en una tragedia, aunque arrastre un bloqueo emocional que nunca menciona.
• Chen Ruo Min (Alice Ko), la hermana menor, atrapada en una relación tóxica y en una dependencia emocional que intenta ahogar en alcohol.
• Wang Mei Mei (Billie, magnífica), una viuda de sesenta años que decide volver a amar a pesar del juicio ajeno, la sombra idealizada de su marido muerto y el tabú cultural que envuelve el deseo femenino en la madurez.

Uno de los aspectos más brillantes de la serie —y el que más merece destacarse— es el uso que se hace de la imagen de Wu Kang Ren. No aparece como personaje real, sino como fantasía, proyección, espejo del deseo idealizado de Ru Rong. La serie convierte a Wu Kang Ren en el “hombre perfecto” de las portadas de sus novelas románticas. Es una figura que solo existe dentro del imaginario de una mujer que escribe sobre el amor pero no confía en él.

Este recurso funciona en tres niveles:

Nivel meta:
El espectador taiwanés conoce bien a Wu Kang Ren; es un rostro emblemático del drama local. Verlo convertido en modelo estándar de fantasía romántica es un guiño divertidísimo (y bastante ácido) al mercado editorial del romance y a la forma en que la industria fabrica “hombres perfectos” a golpe de Photoshop y tópicos.

Nivel narrativo:
Cada vez que Ru Rong se refugia en su imaginación, Wu Kang Ren aparece como símbolo de lo que ella desea sin admitirlo. No es solo un hombre guapo: es la forma que adopta su necesidad afectiva cuando se niega a reconocerla. Sus gestos exagerados tienen intención, no son parodia gratuita; son indicadores narrativos de que ese “amor perfecto” no existe fuera de su cabeza.

Nivel emocional:
Mientras Ru Rong escribe romances que nadie compra porque se niega a vender sexo fácil y clichés, su mente crea un hombre imposible que no puede decepcionarla. La serie sugiere, con bastante sutileza, que idealizar es más seguro que arriesgarse a sentir por alguien real. En cierto modo, Wu Kang Ren encarna ese miedo: es tan perfecto que es inalcanzable, y por eso es cómodo.

El resultado es un comentario muy lúcido sobre el escapismo emocional, la autoexigencia afectiva y el cansancio que provoca sobrevivir tantos años sin permitirte ser vulnerable. No es casualidad que las escenas en las que aparece Wu Kang Ren tengan un tono distinto, casi onírico; funcionan como una cápsula estética dentro de la serie, un espacio donde Ru Rong puede respirar lo que no dice.

En contraste, la trama de Mei Mei funciona como espejo inverso. A sus sesenta años decide lanzarse a la piscina del romance real, no el imaginado, aunque eso implique pasar por una sucesión de citas absurdas que mezclan humor, vergüenza ajena y crítica social. La serie no la ridiculiza, la acompaña. Y también muestra, con una honestidad inesperada, que a su edad las amigas empiezan a desaparecer porque la muerte las visita de forma más frecuente. Esa conciencia de finitud convierte su búsqueda de amor en un acto profundamente vitalista.

La relación entre las tres mujeres es un retrato muy auténtico de la familia taiwanesa contemporánea: afecto expresado como regaños, preocupación disfrazada de crítica, cercanía que casi siempre se manifiesta a través de la exasperación. Son tres mujeres que se irritan, se hieren, se juzgan y aun así se sostienen sin pensarlo.

No es una serie perfecta. El ritmo fluctúa, algunas subtramas se sienten breves o poco profundas y la transición entre tonos puede desconcertar. Pero incluso sus fallos son parte de su atractivo: es una serie que se atreve a hablar del deseo femenino maduro, de la soledad, de la familia como espacio imperfecto y de la dificultad real de empezar de nuevo. Y lo hace sin moralinas, sin victimismos y sin reducir a sus personajes a caricaturas.

¿La recomiendo?
Sí, especialmente para quienes quieran ver un retrato honesto y poco habitual de mujeres que viven, desean, se equivocan y vuelven a empezar sin pedir permiso. No es la comedia ligera que parece; es mucho más. Y la figura constante de Wu Kang Ren, ese ideal imposible (y al final imperfecto) creado por Ru Rong, convierte a la serie en algo mucho más inteligente de lo que aparenta.
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