Shiri demostró que en Corea del Sur había una industria en ciernes a tener muy en cuenta.
Shiri, en mi opinión, es una obra clave para entender la transición del cine surcoreano hacia una identidad propia en el cambio de siglo.
En un momento en que la industria local buscaba alejarse del cine de autor estancado y competir con Hollywood, Shiri apostó por el cine de acción, tomando como referencia blockbusters como Speed o las clásicas buddy movies de los 80, pero aportando una capa extra de visceralidad emocional y física, así como un enfoque narrativo más sombrío y humano, distintivo de la cinematografía del país.
La película no está exenta de defectos —agujeros de guion notorios, giros previsibles y clichés que rozan lo caricaturesco—, y el uso excesivo de la cámara al hombro en ciertas escenas de acción le resta claridad y fuerza visual. Sin embargo, logra sobresalir gracias al magnetismo de dos actores que entonces despuntaban: Choi Min-sik y Song Kang-ho, cuyas interpretaciones aportan peso a una historia que, aunque imperfecta, mantiene el interés hasta su (bastante cursi) desenlace.
En cualquier caso, fue también una excelente carta de presentación para el director Kang Je-gyu, quien más tarde consolidaría su carrera con éxitos como Lazos de guerra o My Way, demostrando ya aquí una notable ambición técnica y comercial. Dejó claro que, con el talento y la determinación adecuados, cualquier tipo de cine era posible en Corea del Sur, algo que quedó patente en los años sucesivos.
Mi nota: ***
En un momento en que la industria local buscaba alejarse del cine de autor estancado y competir con Hollywood, Shiri apostó por el cine de acción, tomando como referencia blockbusters como Speed o las clásicas buddy movies de los 80, pero aportando una capa extra de visceralidad emocional y física, así como un enfoque narrativo más sombrío y humano, distintivo de la cinematografía del país.
La película no está exenta de defectos —agujeros de guion notorios, giros previsibles y clichés que rozan lo caricaturesco—, y el uso excesivo de la cámara al hombro en ciertas escenas de acción le resta claridad y fuerza visual. Sin embargo, logra sobresalir gracias al magnetismo de dos actores que entonces despuntaban: Choi Min-sik y Song Kang-ho, cuyas interpretaciones aportan peso a una historia que, aunque imperfecta, mantiene el interés hasta su (bastante cursi) desenlace.
En cualquier caso, fue también una excelente carta de presentación para el director Kang Je-gyu, quien más tarde consolidaría su carrera con éxitos como Lazos de guerra o My Way, demostrando ya aquí una notable ambición técnica y comercial. Dejó claro que, con el talento y la determinación adecuados, cualquier tipo de cine era posible en Corea del Sur, algo que quedó patente en los años sucesivos.
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